El lapicero del azar.

El tiempo roza cada una de mis cicatrices. El viento recorre cada uno de mis recuerdos. Tumbado en ese banco apartado cerca del mar, dónde todo aquél que pasa hace caso omiso a mi presencia. Banco del olvido, donde las llamas se avivan cada vez más cuando intento bifurcar mi dolor. Intentar llevarlo por caminos ajenos a la opacidad de mi ira. Pero a veces no encuentro razones suficientes para verlo todo con nitidez, ya que el sufrimiento turbia la visión de mi alrededor, así pues, no me queda más remedio que dejarme llevar, de tal modo que tomaré la impulsividad como desasosiego. Lo haré sigilosamente para marrar y restituir en mí, mi propio dominio. Erraré, caminaré sobre cada paso de cada fallo en cada momento de mi vida. Procuraré mirar atrás para eludir cualquier tropiezo. Posaré mis ojos en perspectiva hacia un pasado, de tal modo que pueda atisbar el futuro. Y aún así, no importa el peso que pueda soportar mi envés, porque mi fuerza no delimita la capacidad de acarrear las consecuencias.
Tan sólo intento escribir mi hado sobre un papel diáfano, con un lapicero que únicamente se deja escribir por la mano del azar.